martes, 28 de diciembre de 2010

EL SISTEMA EDUCATIVO ARGENTINO Y LA SUPERVISIÓN ESCOLAR: PASADO Y PRESENTE


Los sistemas educativos modernos, tal como hoy los conocemos, surgen en América Latina a fines del siglo XIX, comprometidos con la consolidación de los modernos estados nacionales.
La conformación del Sistema Educativo Argentino hacia fines del siglo XIX estuvo íntimamente vinculada con la formación del ciudadano alrededor de una cultura nacional. Se estaba conformando el Estado Nacional y era necesario que la población, con un alto porcentaje de inmigrantes, se sintiera perteneciente a esa sociedad.
Es en este contexto cuando aparece la función del “Inspector . Tal como describe Dusell (1995). En la Ley de Educación de la Provincia de Buenos Aires de 1875 se señala la necesidad de “vigilar la conducta de los maestros y cuidar que practiquen los sistemas de enseñanza y se cumplan los reglamentos y disposiciones del Consejo General”. Esta misma Ley, en su Art. 34 prescribe para los inspectores la obligación de visitar al menos una vez al año las escuelas de su jurisdicción y remitir informes a la administración.
Los Inspectores escolares llevaban el “espíritu” del Estado Argentino de la época, creían que todo estaba por hacerse, creían ante todo en el desarrollo de la instrucción pública y en el avance de la civilización.
Así es como la figura del Supervisor se fue configurando paralelamente a la fundación del sistema educativo y adquirió formas y contenidos diversos según los distintos caminos que fue transitando el sistema. Se trataba de contar con un órgano (los inspectores), que entre otros aspectos, pudiera oficiar de contacto directo entre las escuelas y las instancias de la administración central.
La particularidad del sistema educativo de ese momento (fines del siglo XIX y principios del XX) con escuelas distribuidas por todo el país y en algunos casos muy distantes de los centros neurálgicos, hacía necesario contar con  personas que pudieran no solo conocer lo que sucedía en las instituciones sino también que pudieran oficiar como articuladores entre los niveles políticos-administrativos y las instituciones. Es decir, ser el eslabón, el canal de circulación de la información, como una de las actividades principales.
De aquí que la figura del supervisor haya surgido como cuadro intermedio de una cadena. Esta es quizá, la huella  más importante que esta función ha asumido y “portado” hasta el presente: ser la bisagra, el puente por el que circula información, normas, demandas, necesidades, etc., entre los diferentes niveles y actores  del sistema.
Revisar algunos supuestos vinculados con el modelo de gestión en el que fue creada esta figura permitirá comprenderlos para así poder redefinir esta función hacia tareas más vinculadas con el asesoramiento, orientación y promoción de la innovación.   
Generalmente se hace alusión a la noción de gestión burocrática. Pero, ¿en qué consiste y cómo impacta esto en la supervisión?
La idea de aparato burocrático remite a la existencia de diferentes personas encargadas de desarrollar distintas tareas. A cada una de ellas le corresponde desempeñar una función (de allí la idea de funcionario). Esta distribución de funciones se realiza bajo el supuesto que, para que una organización sea eficaz se hace necesario diferenciar expresamente las responsabilidades y los alcances de las funciones; las incumbencias, las cadenas de mando, etc. Por tanto no solo se trata de distribuir funciones sino también y especialmente, de hacerlo de manera jerárquica. La imagen de una pirámide da cuenta de esto. Distribuidas las funciones a lo largo de la pirámide será posible identificar con facilidad tanto a quienes tienen el poder de la toma de decisiones como a quienes son los responsables de su ejecución. Sin embargo, dado que la distancia entre unos y otros en las organizaciones suele ser amplia, se necesita crear una función intermedia que una ambos extremos.


La idea de funcionario remite a la imagen de una persona que realiza de modo eficiente y que no permite que sus intereses impregnen su accionar. De esta manera dentro de la pirámide hay quienes definen los cursos de acción, quienes lo llevan a cabo y quienes garantizan que las acciones respondan a aquello que se había planificado.
Este modelo de gestión escinde la decisión de la ejecución en dos polos y construye un nivel intermedio que cumple las tareas de articulación y control, la Supervisión.

Autoras:
Prof. María Cristina Alguacil.
Lic. Mónica Morón.





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